jueves, 17 de febrero de 2011

Trans Attlas 2007. Etapa ocho: Touroug-Merzouga (Erg Chebbi).

Día 10/04/07. Etapa ocho 115 Km y 6 h y 13 min. de pedaleo.

Con la primera luz del alba se levantan las mujeres de la casa a realizar sus tareas domésticas y el ruido nos despierta. Entre tinieblas me parece ver que el color del saco de dormir de Simón ha cambiado de color, está negro. Me fijo en el mio y también está negro, me incorporo para verlo mejor y se produce una estampida alborotada de moscas. Son moscas lo  que cubre los sacos son moscas. Nos levantamos y la estampida se convierte en una invasión, miles y miles de moscas revoloteando a nuestro alrededor. Alguien abre una ventana y un gran numero de moscas sale huyendo de ellas mismas, pero gran numero de ellas siguen reboloteando a nuestro alrededor. "Vaya mosquerío".
Desayunamos tortitas con té. Todo parece mucho más sucio y descuidado que ayer. El mosquerío insoportable, realmente estamos deseando salir, pero para desgracia nuestra la rueda trasera de Simón está pinchada y además tiene un radio roto. Nos ponemos manos a la obra lo más rápidamente posible para acabar lo antes posible, pero la cosa se complica: la llave inglesa es pequeña y no coge el extractor de piñones. Le pedimos una más grande al dueño de la casa pero no tiene, ni ninguno de los vecinos cercanos, las moscas me están mosqueando y se hace tarde. Decidimos partir con el radio roto.
La verdad es que son buena gente, hospitalarios y agradables, pero todo estaba muy precario, muy sucio y con demasiadas moscas. Le pagamos 30 Dh más de lo acordado la noche anterior y lo bautizamos como:    " el berebere de las moscas", seudónimo por el cual será conocido a lo largo de nuevos relatos.

Dejamos las moscas atrás con la intención de llegar al desierto de Erg Chebbi, Simón no lo tiene muy claro, pero llegaremos.
Paramos 30 km más adelante, en Jorf, a tomar algo: un té, "what else", y descansar un poco. La ruta es más dura que ayer y cuesta más hacer los kilómetros. El paisaje es cada vez más desértico y arenoso. Llegamos a Erfoud, paramos a tomar unas fantas y comprar agua, mucha agua ( que no le falte agua.....y menos en el desierto). Mientras descansamos en una terracita un chico nos ofrece alojamiento en Merzouga, nos parece bien el precio y aceptamos...nos vemos en el desierto.



A partir de Erfoud la ruta se hace mucho más dura: la carretera llena de arena y viento de cara, los kilómetros se hacen larguiiiiisimos. Llegamos a Rascini muy cansados y hambrientos. En el restaurante volvemos a coincidir con la familia de franceses. La chica de voluptuosa hermosura está estudiando castellano y nos pide poder charlar un rato para practicar y practicamos un rato. Habla bastante bien el castellano y es fácil y muy ameno hablar con ella, lo difícil es que no se te vayan los ojos.
Decidimos hacer por carretera los últimos 35 Km ( la pista es más corta pero más difícil de seguir y podríamos perdernos) hasta Merzouga, y menos mal que los hemos hecho por carretera. Este último tramo se hace duriiiiiisimo el viento sopla fortísimo y es casi imposible avanzar. Llegamos a Merzouga de noche y reventados y sentimos una alegría inmensa cuando vemos a la entrada del pueblo el chico que conocimos en Erfoud que nos espera para acompañarnos hasta el albergue. El chico se llama Moha y el albergue  El Petit Princep, que resulta ser un sitio encantador justo al lado del desierto. Por fin hemos llegado, hemos conseguido cumplir nuestro objetivo, realizar la ruta que habíamos planeado, y además nos sobran días.
La cena, aunque repetitiva: ensalada y tagin, está deliciosa y además amenizada con folklore berebere. Tras la cena charlamos un rato con Moha que nos habla de las cinco tribus nómadas del desierto y de las diferentes maneras de ponerse el turbante y de mil una cosas más. Finalmente acabamos accediendo a ir al desierto en dromedario y pasar la noche en una jaima, pero eso ya será mañana, hoy estamos muertos y nos vamos a sobar.

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