lunes, 2 de enero de 2012

Marruecos 4.0. Brahim-Mohamed, 4ª parte.

Nos encontramos a Mohamed a la entrada del pueblo, como si estuviera esperándonos. Es extraño pero  tres de las cuatro veces que hemos venido nos hemos encontrado a Mohamed antes de llegar a la Kasbah, ahora llamada Chems ( Sol en Berebere). De hecho fue él quien nos convenció para que fuéramos a esa y no a otra Kasbah ( entonces se llamaba: Valle de rosas) el primer año. El segundo año volvimos a encontrarlo cuando cruzábamos el río hacia la Kasbah Chems, aunque en un principio no lo reconocimos sin el turbante. El tercer año no pudimos verlo ya que se encontraba fuera por motivos de trabajo, haciendo de guia. Y este año volvemos a encontrarlo, como si estuviera esperándonos.

Ya en la Kasbah, tras descargar todo el material, nos tomamos un par de cervecitas ( literalmente dos cervecitas ya que no tienen más, tampoco tienen licencia para servirlas, sólo la tienen los hoteles a partir de 4 estrellas. Nos las sirven como muestra de amistad, como un regalo de bienvenida, aunque por necesidad nos las acabaran cobrando, una cosa no quita la otra) y el omnipresente te. 


La kasbah, en constante proceso de ampliación y mejora, cada año es más bonita, acogedora e incluso podríamos decir que lujosa. Mientras esperamos que se caliente el agua para la ducha aprovechamos para poner a punto las bicis y realizar algunas llamadas, personalmente para solventar algún que otro contratiempo laboral al parecer de suma importancia ( en teoría: se me acaba la reducción y debería volver a trabajar "ya", en realidad, y aunque todo estaba hablado y pactado, sólo faltaba mi firma. Pues que lo firme quien sea. ¿No te jode?

Tras la ducha (un poco accidentada y muy embozada), lavar algo de ropa y limpiar la vajilla; Llega la cena: picadillo de tomate, hamburguesitas con patatas fritas y macedonia de frutas. El te y el cigarrito acompañados de un buen rato de charla, este año no hay espectáculo, lástima. Salva se queda con las ganas, le ha cogido el gustillo a los bailes tradicionales. Para compensar la falta de folclore nos vamos un rato a la habitación a improvisar algún gag y reírnos de nuestras tonterías, que no son pocas.



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